Si cuando piensas en una exposición oral en clase, una entrevista de trabajo o un caso más extremo, si pensar simplemente en decir unas palabras frente a tu grupo de amigos en tu cumpleaños o frente a tus nuevos compañeros de residencia univeristaria te produce nerviosismo, sudores, sonrojos, un tono más agudo de voz o incluso tartamudeo es porque padeces, en mayor o menor medida miedo escénico. Superar este miedo es importante, ya que a lo largo de tu vida te vas a ver en varias ocasiones expuesto a esta situación, y para triunfar hay que saber salir airoso de ellas.
Si te identificas con este miedo, debes saber que son muchas las personas que sienten lo mismo que tú, y que hay métodos para trabajarlo y mejorar notablemente tus habilidades al hablar en público y las enfrentes estas situaciones con seguridad.
Lo primero de todo es no obsesionarte intentando poner en práctica todos los consejos al mismo tiempo porque puedes conseguir el efecto contrario. Tampoco es recomendable que, mientras estás exponiendo tu argumentación, estés continuamente pensando si tu lenguaje corporal, tu tono o la estructura de la frase son los correctos. La naturalidad es muchas veces la clave de una exposición exitosa. Es preferible ser espontáneo y divertido que estar demasiado encorsetado por miedo a meter la pata. A veces es mejor hacer un chiste sobre una equivocación para quitarle importancia, que intentar disimularla o ignorarla.
Lo principal para sentir seguridad cuando tengas que hablar en público es dominar el tema del que vas a hablar. Por eso lo más recomendable es que prepares previamente tu ponencia o discurso para una entrevista de trabajo.
Céntrate en los aspectos que quieras destacar, la información más relevante y configura tu discurso en torno a ellos. ¿Y qué hay que hacer para dominar el tema? Como en todo en la vida: ensayar, ensayar y ensayar. Cuanto más, mejor. Si lo haces delante de un espejo o se lo cuentas a alguien podrás practicar también la gesticulación y podrás corregir los posibles fallos que vayan surgiendo. Visualízate en el aula, o frente a las personas a la que vayas a hablar, así la situación te resultará más conocida cuando llegue.
Una vez domines el contenido de la presentación ha llegado el momento de controlar el lenguaje corporal. Puedes hacerlo frente al espejo o, incluso, grabarte con el móvil. Así podrás descubrir qué vicios tienes y corregirlos. Los más comunes es el movimiento excesivo de manos, tocarte el pelo, etc. Tener un bolígrafo en las manos, te aportará seguridad y minimizarás tus movimientos inapropiados.
Para evitar uno de los mayores miedos, el de quedarte en blanco, puedes prepararte un breve esquema de lo que tienes que exponer con palabras clave u optar por un apoyo visual de un power point para guiar tu intervención. NO sólo ayudarás a los asistentes a seguir el orden del discurso, sino que a la vez, tendrás tu “chuleta” a mano.
Cuando estamos nerviosos tendemos a hablar más rápido y más alto, por lo que, regulando la intensidad y velocidad de la voz, no solo ayudarás a los asistentes a que te entiendan mejor, sino que tú mismo autorregularás tus nervios.
No te olvides de que estás hablando a gente, por lo mírales de vez en cuando, interactúa con ellos, para que puedan notar que la conversación es bidireccional y se involucren en ella.